CAPITULO V
Parecía
que iba a ser un viaje tranquilo cuando Luna escucho un estruendo en el fondo
de la nave. Poniendo el control automático de la nave marchó corriendo hacia el
almacén del Stella 4. Y ahí, frente a sus ojos, estaba el hombre mas increíble
que había visto desde la despedida de soltera de su hermana Estrella.
El
hombre estaba tumbado sobre el suelo del Stella 4. Ante sus ojos se mostraban
una gran masa de músculos, todos perfectos, sobre una piel blanca sin ninguna
marca ni señal, como una perfecta estatua de mármol. Luna desvió la mirada de
su pecho hasta su cabeza. Su pelo era algo largo y negro, como uno de esos
peligrosos agujeros que aparecían de vez en cuando en la vía Láctea. Cuando por fin poso la mirada en sus ojos se
quedo sin respiración, unos ojos de color gris claro que tenían pequeños
destellos de negro brillaban como el faro de Litton.
Luna
sentía que empezaba a babear por ese pedazo de macho que había aparecido en su
nave. Bajo la mirada hacia su trasero, perfectamente redondeado y que....
-
¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhh!
El
hombre se levantó de golpe y la miro como si estuviera loca.
Luna
no podía dejar de mirar el lugar donde había estado sentado el hombre. Debía
reconocer que podía tener el cuerpo de todo un macho, pero sin duda alguna
tenia la mente de un céfalo. El muy imbecil se había sentado sobre el motor de
reacción del Stella 4. Su querido motor estaba despedazado.
-
¡Anima sin sesos!... ¡¿Es que no tiene ni una décima de materia gris en ese
paquete músculos!?– gritó Luna medio histérica.
El
hombre lo miró confuso antes de decir con toda tranquilidad - ¿se está
refiriendo a mí?
- ¡¿A
quién sino?! ¡¿o es que es demasiado céfalo para entender que aquí no hay nadie
más aparte de los dos?
- ¿Me
esta llamando céfalo sin materia gris? – dijo el hombre oscureciendo la mirada,
que paso del gris claro a un gris oscuro que brillaba con furia.
- ¡Por
supuesto, es que no ve lo que le ha hecho a mi preciosa nave! Ese motor me
costo años construirlo y era de lo mejorcito que se pudiera encontrar en el
espacio. – gritó Luna desesperada.
Luna
todavía no podía creer que hubiera estado a punto de babear por un tipo así,
¿es que no veía como había destruido una parte esencial de su nave?
- ¡Por
el huevo! Debo haberme dado un golpe en la cabeza por haber llegado a creerme
con suerte al verle en el suelo de mi nave. Es usted ...
- Como
me vuelva a insultar…- dijo el hombre en tono de amenaza.
- Jorrrrrrr.....
Ni se le ocurra amenazarme en MI nave. Nave que, por cierto, usted ha
destruido, pedazo de macho sin cerebro. Solo por esto creo que… creo que… –
Luna pensó que podía hacer y un recuerdo de Moonie Baker la sacó de sus dudas –
le voy a hacer mi prisionero. Será mi esclavo hasta que pague por el destrozo
hecho en mi nave.
- ¿Está
loca? – dijo el hombre que todavía no entendía el por qué esa maniática le
estaba gritando.
- ¿Loca?
No, loca estaba cuando lo vi. Ahora ya no. ¿Cómo se llama? ¿o le llamo esclavo
simplemente?
- ¿Esclavo?
A mi nadie me da ordenes.... Por muy hermosa que sea la mujer que lo haga -
dijo el hombre mientras recorría a Luna con la mirada y torcía la boca en una
especie de sonrisa.
Luna
se cuadro ante esa mirada y adopto una actitud de fría capitanía.
- Me
llamo Luna Del Cuerpo y soy la piloto y mecánica de esta nave. Usted ha entrado
sin permiso aquí y ha roto una parte importante de la nave así que...
- ¿Del
cuerpo? De qué cuerpo... ¿del cuerpo galáctico? No – dijo el hombre riendo de
su propia broma – jamás la admitirían ahí, los locos no son bien recibidos...
Tal vez se refiera a su cuerpo, umm, un buen cuerpo.
Luna
sentía como si su cabeza echara humo, odiaba las bromitas que siempre le hacían
con referencia a su apellido, pero ese tipo además era su prisionero, su esclavo
y lo que se le ocurriera, no tenía derecho a tomarse esas confianzas.
- Muy
bien, ahora se va enterar de quien manda aquí, macho sin cerebro- dijo Luna
mientras apretaba los puños junto a su cuerpo, conteniendo las ganas de
atizarle, ya que sabía perfectamente que si llegaran a lanzarse algo más que
palabras ella no podría hacer nada contra él.
El
hombre levantó una mano ante ella y le dijo –Me llamo Wolf y no “macho sin
cerebro” y no he entrado aquí sin permiso, me caí por casualidad.
- Pues
podría haber mirado donde caía, ese motor era...
Antes
de poder acabar la frase Luna y Wolf cayeron al suelo. Una serie de sacudidas
invadieron el Stella 4.
Libro entero: Tras la estela de los Baker
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